martes, 21 de julio de 2015

Realista

Hay veces en la vida que hay que ser realista y esta es una de ellas. Esa sensación que te come por dentro, que te impide respirar, que te destroza de la peor forma posible cuando te das cuenta que ha llegado el punto final. Nuestro tren ha pasado no una, ni dos ni en tres ocasiones, sino que ya ha llegado un momento en el que ya no es nuestro tren y ambos nos damos cuenta que se acabó, la estación se cerró, no se va a volver a abrir y debemos o más bien debo asumir. Es duro esperar algo, hablar de ello de forma esporádica en ocasiones e impaciente en otras y pensar en ello casi de forma obsesiva y levantarte una mañana, leer esa conversación, recordar cada palabra, pensar fríamente en ello y saber que ya está, nunca volverá, nunca ocurrirá.

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